Un maravilloso primerísimo primer plano de Malcolm McDowell, que nos mira insolente abre esta película (es tal el efecto que produce, que siempre me recordó por sus consecuencias al famoso plano de la navaja de “El perro andaluz”), mientras que su voz, que cabalga entre la malicia y la inocencia y que nos acompañará a lo largo de la película acercándonos a su personaje, nos presenta a los protagonistas de esta odisea donde la violación, la ultraviolencia y Beethoven tendrán su espacio. Porque “La naranja mecánica” no sólo se ve, también se escucha, y uno y otro código harán de la visión de esta obra una experiencia única.
La película, con una estructura circular que tanto gustaba al autor, tiene dos partes bien diferenciadas: Por un lado, todas las fechorías de Alex y sus drugos, que nos será mostrada con todo lujo de detalles y una estética muy particular, enseñándonos también el contexto de estos personajes (la familia de Alex, apuntes sobre la sociedad en la que se mueven, el barrio donde viven, etc); por otro, las fechorías de un Estado (dentro de su “civilización” igual de violento que Alex) que a fuerza de garantizar la seguridad limita la libertad.
Estas dos partes se combinan de un modo asombroso llevándonos Kubrick hasta el meollo de todo lo que nos presenta y moldeando nuestros estados de ánimo a su gusto. En principio, Alex es un monstruo. Es la maldad por la maldad (lo que libremente ha elegido); pero aún así no dejamos de sentir simpatía por él, por la fina ironía que destila su narración, por los golpes de humor macabro que siembran esta obra, por la violencia brutal pero a la vez hipnótica de sus hazañas. Acto seguido, Kubrick nos muestra la otra cara: el fascismo de un Estado que atajará la violencia condicionando, con el famoso método “Ludovico”, la libre elección de la persona violenta (las cárceles las necesitan para los presos políticos). Igual que en el caso de Alex, no existen escrúpulos; pero si Alex es una anomalía que puede cruzarse accidentalmente en tu vida, el Estado está presente en la vida de todos, por lo que puestos a comparar...
La visión de Kubrick es pesimista (el final no puede ser más desolador), por lo que “La naranja mecánica” siendo una fábula la tenemos que ver finalmente como una advertencia.
Punto y aparte merece la actuación de Malcolm McDowell. Incomprensiblemente no estuvo nominado para el Oscar, siendo una actuación sentida (la secuencia cantando “Singin’in the rain es una aportación suya), sobresaliente y estremecedora. Él es “La naranja mecánica”, y aunque el resto del elenco está espectacular, todo lo que hace Alex se nos queda grabado en la mente hasta sentirlo y salir de la película convertido en un pequeño “drugo”.
“La naranja mecánica” es una joya, una obra maestra más dentro de la filmografía de un maestro singular.
La película, con una estructura circular que tanto gustaba al autor, tiene dos partes bien diferenciadas: Por un lado, todas las fechorías de Alex y sus drugos, que nos será mostrada con todo lujo de detalles y una estética muy particular, enseñándonos también el contexto de estos personajes (la familia de Alex, apuntes sobre la sociedad en la que se mueven, el barrio donde viven, etc); por otro, las fechorías de un Estado (dentro de su “civilización” igual de violento que Alex) que a fuerza de garantizar la seguridad limita la libertad.
Estas dos partes se combinan de un modo asombroso llevándonos Kubrick hasta el meollo de todo lo que nos presenta y moldeando nuestros estados de ánimo a su gusto. En principio, Alex es un monstruo. Es la maldad por la maldad (lo que libremente ha elegido); pero aún así no dejamos de sentir simpatía por él, por la fina ironía que destila su narración, por los golpes de humor macabro que siembran esta obra, por la violencia brutal pero a la vez hipnótica de sus hazañas. Acto seguido, Kubrick nos muestra la otra cara: el fascismo de un Estado que atajará la violencia condicionando, con el famoso método “Ludovico”, la libre elección de la persona violenta (las cárceles las necesitan para los presos políticos). Igual que en el caso de Alex, no existen escrúpulos; pero si Alex es una anomalía que puede cruzarse accidentalmente en tu vida, el Estado está presente en la vida de todos, por lo que puestos a comparar...
La visión de Kubrick es pesimista (el final no puede ser más desolador), por lo que “La naranja mecánica” siendo una fábula la tenemos que ver finalmente como una advertencia.
Punto y aparte merece la actuación de Malcolm McDowell. Incomprensiblemente no estuvo nominado para el Oscar, siendo una actuación sentida (la secuencia cantando “Singin’in the rain es una aportación suya), sobresaliente y estremecedora. Él es “La naranja mecánica”, y aunque el resto del elenco está espectacular, todo lo que hace Alex se nos queda grabado en la mente hasta sentirlo y salir de la película convertido en un pequeño “drugo”.
“La naranja mecánica” es una joya, una obra maestra más dentro de la filmografía de un maestro singular.
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